sábado, 24 de enero de 2009

Comunidad Haitiana en Santiago, República Dominicana: De la Iglesia al fútbol todos los domingos.

SANTIAGO.- El domingo es caramelo para la comunidad haitiana residente en Santiago. Cuando cesan las labores domésticas, la venta ambulante y las mezclas de cemento en la construcción, ellos y ellas caminan hacia dos direcciones: el culto cristiano y los goles del fútbol.

Encorbatados, los varones, recorren calles y esquinas rumbo al hálito evangélico ofrendado en creole por un Pastor. Sin colorete, las mujeres, se posan un velo sobre el cabello negrecito, a juego con la dentadura parejita y brillante.

A la estrecha calle Salvador Cucurullo del Centro Histórico de Santiago, llegan desde distintos sectores de la ciudad. La Iglesia Independiente Asamblea de los Santos la limpian los sábados para recibir el domingo a cientos de haitianos y haitianas, mimados discípulos del pastor Sócrates Guerrier Bernardin.

El oratorio carece de cruces. Y las sillas, en filita india, delimitan las fronteras entre los grupos guiados por misioneros vestidos formalmente. Aferrada a la biblia, las mujeres repiten las enseñanzas debajo del velo blanquecino. Nadia, una princesa de un año, aborta con su gracia y arandelas rosadas la atención de su madre. Muchas haitianas cargan sus retoños a la reunión que culmina al mediodía. Desde las 8:00 am hasta las diez, se desarrolla la Escuela Cristiana donde abordan temas relacionados a la fe divina y asuntos tan terrenales como la fidelidad matrimonial y cómo comportarse en el hogar cuando has sido casado.

“Trabajamos para que la sociedad sea fértil. La Iglesia les enseña a comportarse. Muchas personas han estado en drogas, en prostitución, haciendo lo malo y desde que se convierten a Cristo dejan esa vida”, confiesa el reverendo Sócrates Guerrier Bernardin.

De negro, con chaqueta perfumada y un manejo perfecto del español, el Pastor, propietario del edificio donde funciona la iglesia, informó que antes de establecer el templo Asamblea de los Santos, “había muchos problemas entre haitianos, muchos vicios”, pero las jornadas de oración y las clases de cristiandad han logrado “una transformación moral de los haitianos”.

Cerca de mil 500 haitianos y haitianas están congregados en esta capilla. A cuatro cuadras de allí, en la avenida Hermanas Mirabal, está la Iglesia Evangélica Dominicana donde gravitan paralelamente una hermandad haitiana junto a la dominicana. En esa, los haitianos desarrollan y disfrutan el culto los domingos a las seis de la tarde.

DEPORTE REY

Mientras en Dominicana cualquier solar es el mejor “play” para jugar “pelota”, en la república vecina de Haití es el fútbol (considerado el deporte más popular del mundo), el pasatiempo más querido y prácticado. Jugarlo es uno de los regocijos dominicales de los haitianos. El amor por el deporte es tal que las barandillas del puente Hermanos Patiño se convierten en los palcos desde donde haitianos y haitianas siguen las correrías de 22 jugadores regidos por un árbitro en el play del Club Ariel Acosta. Aunque el esplendor del terreno se lo robó la ríada del río Yaque, en lo que queda, los dominicanos juegan softbol y los haitianos fútbol.

Toto Saintel, obrero de la construcción y jugador aplaudido en el campo, confió a LISTíN DIARIO que los haitianos “serruchan” mil pesos para alquilar el play a quien funge como dueño, Ariel Acosta. Residente en el barrio de Pastor, Saintel informó que juegan sábado y domingo con jóvenes que llegan “de todas partes”. La Otra Banda, Arroyo Hondo, Bella Vista y los barrios de la zona Sur, aportan sus aficionados.,

“Casi todos los haitianos juegan bien el fútbol” declaró Saintel, padre de la niña nacida en el hospital José María Cabral y Báez (aún sin nombrar) que carga y alimenta contento. El público de Bella Vista ha bajado, pero antes de la ríada, la gradería era ocupada por más de 500 haitianos.

Otra estancia deportiva rentada por la colectividad haitiana queda en el sector Pekín, al Sur de Santiago. Alrededor de los dos equipos de once jugadores cada uno, cientos de haitianos siguen el desempeño de obreros la semana entera, ataviados de atletas, una vez cada siete días.

Fuente: extracto Listín Diario, Grisbel Medina

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